
Después de haber estudiado los correctos cuatro años del profesorado, el vampiro se recibió.
Luego de caminar y recorrer el mundo, tras miles de años sin epitafio, el vampiro decidió convivir con los mortales.
Era un docente moderno, actualizado, juvenil, como todo recién egresado.
Sus alumnos sabían que era imposible copiarse en los exámenes, porque en cuanto sospechaba de alguien, rápido como un rayo, realizaba un salto a lo largo y por lo alto del aula, realizando un giro aéreo que el mejor trapecista envidiaría, para luego caer junto al sospechado.
Su problema eran los cuellos jóvenes y hermosos de los alumnos, que con persistencia, latían e incitaban. No eran muchos. Pero eran.
Él era firme.
Él poseía la moral docente.
Por eso nunca bebía de nadie… mientras fuera su alumno.
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